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Entrevista a Juanito Guindilla

Hoy he cogido un avión que me ha llevado directo a isla del Coco. Antes de aterrizar he podido disfrutar de unas fantásticas vistas aéreas de la isla, de sus montañas llenas de vegetación y de la ciudad que desde el aire se ve aún más pequeña de lo
que es.
Ya en la habitación del Hostal El mono azul he telefoneado a Frasco Guindilla (más conocido por capitán Ron). Para los que no hayáis leído la novela (que seréis la inmensa mayoría porque ni siquiera ha sido publicada), se trata del abuelo de Juanito Guindilla, protagonista de Juanito Guindilla y el fantasma del pirata Retortijones. El capitán Ron y yo nos citamos al día siguiente en el Boquerón, su barco velero, para hacerle a su nieto, Juanito Guindilla, la entrevista pactada.
Por la mañana, el cielo está cubierto de nubes que amenazan con echar agua a cubos sobre la isla. Cojo un taxi que me lleva al puerto. El Boquerón se encuentra sujeto al muelle por un grueso cabo y como el mar está bastante revuelto salta sobre el agua como si fuera un potro salvaje. Sólo de verlo me pongo verde. Y cómo no, empieza a llover con ganas. En la cubierta hay un señor con un chubasquero amarillo que me hace señas para que suba por la pasarela. Debe de ser el capitán. Sin tan siquiera saludarnos debido al temporal me guía hasta la entrada del camarote. Bajo la escalerilla como puedo ya que tengo el estomago centrifugando como una lavadora, y al llegar abajo me encuentro la plantilla al completo: Juanito Guindilla, su abuela, Juana Jazmín  y toda la tripulación: don Donato, Angelillo Collejo y por supuesto Martínez.
Después de los saludos y las presentaciones, y de tomarme una pastilla para el mareo que muy amablemente me ofrece Juana Jazmín, empiezo mi entrevista.
          -¿Para cuándo una segunda parte?
          -Pues no lo sé, eso depende de cuando quiera la autora -dice mirando de reojo a su abuela-, aunque ahora no me viene bien, la verdad, es que estoy de exámenes.
          -¡Ah, claro, que aún estás en edad de escuela! (caigo en la cuenta)
          -Sí, y tiene que aplicarse más, que es un poco vago -añade Don Donato.
          -¿Qué te parecería compartir protagonismo con Manuela Patata? -sigo yo a lo mío sin hacer caso del comentario del doctor-. Ella me dijo hace poco que estaría encantada ya que le gustan mucho tus aventuras.
          -¡Ah!, es esa niña que sale en el libro del extraterrestre pelirrojo -responde-. Pues me parecería bien, seguro que nos hacíamos amigos. Yo me hago amigos enseguida. Bueno hasta me llevo bien con la bruja Maruja y el fantasma del pirata. Son majos.
          -¿Y qué ha sido de ellos?  
          - Por ahí andan,echando el curriculum ese, a ver si les sale otro trabajo -dice Martínez, sonándose la nariz con un pañuelo de papel (se ve que aún no se le ha curado el resfriado)-. Aunque no sé yo...a lo mejor esos personajes están ya un poco vistos.
          -¡Mira tú quien habla!, el marinero... -espeta Angelillo Collejo, soltando una carcajada seca.
          -Bueeenoooo, el policía éste qué se habrá creído -contestó ofendido Martínez-. Le das una patada a una piedra y de debajo sale un libro de policías, y de películas ni te cuento.
          Soy consciente de que la entrevista se me está yendo de las manos. El capitán Ron se ha levantado de su asiento y está intentando apaciguar los ánimos. Juanito se acerca juntando las piernas en un extraño bailecito y me dice al oído que si queda mucho para terminar porque tiene que dar de beber al canario, o algo así
Antes de que pueda responder interviene Juana Jazmín:
          -Lo mejor será que este señor se quede a comer y después del café acabe si es que tiene alguna pregunta más que hacerle al niño.
          Y no se habló más.Y nos comimos una lentejas con chorizo en el camarote de aquel barco que parecía un balancín. Y después del café descafeinado sucumbí a una placentera siesta en uno de los camastros, no sé si por efecto del movimiento basculante o por la biodramina que me había tomado.
          Así que la entrevista..., continuará

 Medio entrevista realizada por Fermín Otero

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