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ABIERTO, PERO NO POR MUCHO TIEMPO

He abierto el armario. Solo hay unas cuantas perchas y colgando de ellas la Nada, el Vacío, la Desesperanza y unas cuantas cosas más que no se ven pero sientan mal. Me pongo el abrigo, el que llevo siempre y que nunca me quito; ni siquiera puedo guardarlo en el dichoso armario. Es demasiado largo, áspero y pasado de moda, aunque eso es lo de menos. Salgo a la calle y compruebo que hace bastante calor. Voy a la parada y el autobús no tarda en aparecer. Viene abarrotado de gente y tengo que ir de pie a pesar de haber pagado mi billete como los demás. Protesto y el conductor me dice que hubiera esperado al siguiente. Con el siguiente pasa lo mismo, o peor, le contesto, y algunos pasajeros asienten. ¡Qué culpa tengo yo de que haya superpoblación, reclamen a la empresa! Por suerte me bajo en la siguiente parada porque el ambiente estaba un poco cargado.
A tan solo unos pasos está la tienda. No sabía que fuera tan grande. En la puerta hay un cartel con letras bien grandes que dice: ABIERTO, PERO NO POR MUCHO TIEMPO, así que tengo que darme prisa si quiero comprar todo lo que llevo en la cabeza. Como en el interior también está abarrotado, decido sentarme en un rincón y hacer una lista para no olvidarme de nada:
                    -Ya que de niña no la tuve, una abuela de esas cariñosas que te quieren y te dan abrazos y besos muy fuertes y que te hacen arroz con leche de vez en cuando.
                    -Una familia que esté siempre conmigo y que no enferme, ni envejezca.
                    -Un mundo fantástico en el que todo suceda despacio para poder perderme cuando ya no aguante más las prisas que tienen los de este.
                    -Una ventana con vistas al mar, al campo, a la montaña, al arcoiris y a las nubes por la que siempre entre aire puro con olor a primavera.
Parece que aún me quedan unos cuantos por delante, así que puedo continuar anotando alguna cosilla más en mi lista:
                     -Un refresco con sabor a cerezas y que con solo darle un sorbito te pongas contenta y se te vayan los miedos, las dudas y veas todo de color rosa o azul, o malva, por ejemplo.
Me detengo porque he notado un revuelo entre la gente que todavía está esperando. Han empezado a salir del local con caras largas y murmurando entre dientes. Abandono mi cómodo rincón y me acerco al mostrador para averiguar qué es lo que ocurre. No sé si la señora que está al otro lado es muda o simplemente es que no tiene ganas de hablar, porque me muestra un cartel en el que se puede leer en letras bien grandes: CERRADO HASTA QUE VUELVA A ESTAR ABIERTO.
El viaje de vuelta lo hago en otro autobús abarrotado de gente. La mayoría son los de las caras largas que siguen murmurando entre dientes. Todavía tengo la lista inacaba en la mano y con los empujones en las curvas se ha arrugado un poco. Cuando llego a casa abro otra vez el armario que sigue estando vacío. ¡Si por lo menos pudiera guardar el abrigo!

                                            Ana Fondevilla





2 comentarios:

  1. Me parecen maravillosos tus poemas. Y este relato corto me ha llegado al corazón...No puedes dejar de escribir.

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Él me encontró una vez